Isis es una divinidad femenina de origen egipcio atestiguada desde momentos muy antiguos en Egipto (III milenio a. C), y presente en los más antiguos relatos míticos. Los lugares sagrados en Egipto del culto a Isis son Filae, en el Alto Egipto y Behbeit el-Hagar, en el Delta. Aparece fundamentalmente con el papel de gran madre divina, hermana y esposa de Osiris, el rey divino primigenio[1]. Cuando Seth le da muerte, es Isis la que emprende la colosal tarea de recuperar sus restos a lo largo y ancho del País del Nilo. Este episodio de la muerte de Osiris y la búsqueda de su cuerpo para proporcionarle una vida eterna (Textos de las Pirámides) tendrá enorme influencia posterior como parte de la “historia sagrada” del culto isíaco. Isis es también, en la mayoría de las tradiciones mitológicas, la madre del dios Horus, deidad unida a la persona real que legitima su autoridad política por encima de todo. El papel de Isis como madre real se refleja en su iconografía, representada en un trono y con tocados y atributos de poder. Se asocia también con el mundo celeste y la regeneración solar. Isis, como madre, acaba asimilándose con otras deidades femeninas egipcias como Hathor, de la que toma, por ejemplo, el sistro, elemento iconográfico asociado a la diosa que perdurará en la representación de la misma en momentos tardíos y época romana.
Isis-Fortuna.
Museos Vaticanos.
El culto a Isis se extendió, a partir de la entrada en Egipto de Alejandro Magno (332 a . C), por diversos lugares del Mediterráneo: el norte de África, Anatolia, el Egeo (Iseo de Delos), la Península Itálica (Iseo de Pompeya) e Ibérica y también hacia el interior del continente europeo, dentro ya del ámbito romano. En época romana, su culto llega a todo el territorio imperial, hasta sus confines. Su celebración principal es la Navigium Isidis , que inauguraba la temporada de la navegación[2]. Las ceremonias isíacas y sus “misterios” estaban abiertas al público.
Escena isíaca en Herculano.
Isis es un ejemplo de caracterización de divinidad femenina capaz de concentrar las atribuciones y significados necesarios para convertirse en una diosa madre universal, siguiendo una tradición que arranca de las deidades naturales femeninas primordiales de momentos prehistóricos, hasta conectar con la propia diosa madre del cristianismo, María. De hecho, la iconografía de Isis dando el pecho (Isis Lactans) al dios niño Horus-Harpócrates es idéntica a la de la Virgen con el niño-Dios. Isis reúne una larga y antigua tradición religiosa en relación con las primeras deidades femeninas y aún con las “potnia theron[1]”, señoras de la naturaleza, dominadoras de los animales y el caos natural. Este carácter múltiple se refleja en el epíteto que se le atribuirá, “la de los mil nombres” o “innumerables nombres”.
Es un modelo de madre y esposa real y divina en origen, de quien proviene la vida. Isis en la iconografía egipcia protege maternalmente con sus alas y da la vida a la propia realeza[2]. Es la madre simbólica de todos los faraones, de toda la tradición real a lo largo de tres milenios, y las esposas reales físicas egipcias se mirarán en este modelo divino, en el que buscarán su legitimación última. Es diosa de la fecundidad y protectora de las mujeres, por lo que se asimilará también en época tardía con Afrodita, en la Alejandría ptolemaica.
A través del mundo helenístico, Isis llegará a introducirse en el mundo religioso romano, con una nueva iconografía: esta vez no directamente asociada al niño divino, apareciendo a menudo sin él y portando un recipiente con el agua mágica del Nilo y con la otra mano el sistro con el que se efectuarán las ceremonias en los Iseos. Isis se asociará también a otra deidad romana protectora de la navegación y el comercio, Fortuna. Era, bajo esta forma, venerada por los pescadores y las profesiones relacionadas con el mar[3]. Isis protagoniza multitud de complejos procesos de asimilación y sincretismo. En su vertiente de diosa de la fertilidad agraria, se asimilará también con Ceres, representándose con la cornucopia o “cuerno de la abundancia”.
El carácter mágico y la espiritualidad del culto isíaco, su accesibilidad, la compasión asociada a Isis, la cercanía y seguridad que ofrece respecto a la muerte y el ofrecimiento de la resurrección son elementos propios de las religiones orientales y mistéricas, que rivalizarán con el cristianismo naciente.
El sincretismo religioso greco-egipcio se produce a partir de finales del siglo IV a. C con el mundo helenístico, y las divinidades egipcias se adoptan y popularizan por diversos lugares del Mediterráneo, tras pasar por el filtro griego. Esto ocurriría con el carácter de las divinidades y así también con su iconografía, dando lugar a las llamadas “divinidades alejandrinas”. En este proceso juega un papel fundamental la nueva construcción de este panteón greco-egipcio por Plutarco, en su obra De Iside et Osiride. El mundo romano reinterpretaría de nuevo los rituales y la caracterización de estos dioses.
Anubis-Hermes.
Museos Vaticanos.
[1] En el mundo grecorromano, la diosa de la naturaleza por excelencia y dominadora de las bestias será Artemisa-Diana. En la Iliada , Artemisa ya es llamada “señora de los animales”.
[2] Un ejemplo de la potenciación de Isis como madre real en época ptolemaica serán los Mammisi o “Casas del nacimiento”, templetes dedicados a la veneración del dios-niño.
[3] Algunos datos aquí recogidos proceden de la Conferencia “Isis, Regina Coeli”, impartida por el profesor Esteban LLAGOSTERA CUENCA en las IX Jornadas de la Academia de Egiptología de Novelda, el 15 de mayo de 2010.
[1] Osiris enseñó a los egipcios la agricultura y la civilización, es el dios de los muertos y de los ciclos de la regeneración diaria y cósmica.
[2] Para más información, ver: ARROYO, A; “El culto isíaco en el Imperio Romano. Cultos diarios y rituales iniciáticos: Iconografía y significado”. En Boletín de la Asociación Española de Egiptología, núm. XII, 2002.
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