En época arcaica, del siglo X al V a. C, el universo religioso de los antiguos habitantes del Lacio se vinculaba estrechamente al medio natural, con manifestaciones de lo divino que recibían el nombre de numen, cuyo significado originario venía a equivaler a la “actividad” de los dioses[1]. Estos entes divinos convivían con divinidades con rasgos más desarrollados y elaborados, como Júpiter, dios supremo de los latinos identificado con el Zeus griego, o Marte, asociados ambos al cielo y a la tierra. A ellos se unen reyes míticos como Jano, Saturno o Fauno, que reúnen rasgos propios del héroe civilizador: introducción de la agricultura, fundación de ciudades, institución de leyes y cultos… a la vez que muestran todos los rasgos que hacen referencia a la naturaleza salvaje, no civilizada, como su desarrollo en bosques y cuevas.
Con los primeros reyes de Roma como ciudad-estado, el foco destacado es el Palatino. En este momento se introduce el sacerdocio y el calendario, que regula el tiempo cívico, incluyendo las fiestas y los cultos. A inicios del siglo VI a. C se produce una importantísima organización del espacio, destinando cada área a su uso concreto y plasmando un nuevo cuerpo de ideas cívicas. Ello se realiza en lo religioso integrando los cultos naturales tradicionales en la nueva racionalización espacial de los cultos propiamente ciudadanos. Las áreas en situación de privilegio son ahora el Capitolio, sede del Templo de Júpiter, concebido ahora como una divinidad plenamente política unida a la monarquía, y el Foro. En el Foro de época arcaica destaca una construcción, la Regia , lugar donde el rey cumplía ciertas obligaciones sacras. Cuenta con dos capillas a Ops, deidad de la abundancia agrícola que aseguraba el sustento de la ciudad y sus habitantes, y a Marte.
En la transición entre la Monarquía y la República romana se sitúa la construcción de los Templos de Saturno y de Júpiter Capitolino. En esta continuidad, los sacerdocios fueron diseñados bajo el control de las aristocracias y para mantenerse bajo su monopolio. La desigualdad patricio-plebeya se reflejó también en los derechos religiosos. Además, fueron surgiendo nuevas divinidades y cultos ligados tanto a los patricios como a los plebeyos. El culto a Ceres, por ejemplo, se relacionó a los intereses económicos de los plebeyos. El culto a los Dióscuros, por otro lado, se socia directamente a las aristocracias. La construcción de un templo a la Concordia simboliza el fin teórico del conflicto patricio-plebeyo, a mediados del siglo IV a. C. Ya en el siglo V a. C son muchas las influencias helénicas en la religión romana, que van asentándose sobre el fondo latino. El más evidente de estos signos de helenización es quizá la introducción del culto a Apolo, levantándosele un templo en el 431 a . C. A inicios del siglo III a. C esta influencia se acelera, al calor de un contacto directo con las poblaciones de la Magna Grecia. Es ahora cuando se introduce el culto a Esculapio. Pasadas las guerras púnicas, ya en el siglo II a. C, el Estado procuró la permanencia de la religión tradicional y oficial frente a las variadas influencias extranjeras. El primero de estos episodios de represión fue el de las Bacanalia. La mayor novedad del siglo I a. C, el último de la República , será la introducción de los honores divinos a los grandes jefes militares, lo que iría allanando el terreno al culto imperial.
A partir de Augusto, la política religiosa de los emperadores, quienes controlan ahora las relaciones entre los dioses y el Estado, abarca todos los cultos públicos de la capital. Sin embargo, a nivel local continúa activa la iniciativa religiosa y cultual. Con la reorganización provincial, multitud de dioses de diferente origen quedaron bajo la autoridad romana: latinos, celtas, iberos, germanos, africanos, hebreos, griegos y semitas. Dados los puntos de conexión entre los diferentes cultos, se dieron múltiples procesos de sincretismo que actuaron como mecanismo de integración en el Imperio, contribuyendo a la romanización. Este proceso bidireccional se conoce como interpretatio. [2]
[1] BLÁZQUEZ, J.M; et alii: Historia de las religiones antiguas. Oriente, Grecia y Roma. Ed. Cátedra. Madrid, 1999.
[2] Para más información acerca de los dioses romanos, ver http://www.romanoimpero.com/2009/08/la-religione-romana.html.
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